El poema del yugo




Las mujeres de mi país llevan sobre los hombros
un yugo;Su corazón pesado y lento oscila entre esos dos polos;A cada paso, dos
grandes baldes de leche chocanUno con otro contra sus rodillas;El alma materna
de las vacas, la espuma del pasto masticado,Brotan en olas nauseosas dulces.Soy
igual que la sirvienta de la granja;A lo largo del dolor me avanzo de un paso
firme;El balde del lado izquierdo está lleno de sangre;Puedes beber y saciarte
de ese pujante jugo.El balde del lado derecho está lleno de hielo;Puedes
inclinarte y contemplar tu rostro laso.Así voy entre mi destino y mi
suerte,Entre mi sangre caliente y líquida y mi amor límpido muerto.Y cuando esté
segura que ni espejo ni bebidaPueden ya distraer o sosegar tu corazón salvaje,No
quebraré el espejo resignado,No volcaré el balde donde sangró toda mi vida.Iré
llevando mi balde de sangre en la noche negraAllí donde están los muertos que en
él a beber vendrán.Iré donde están las olas con mi balde de hielo;El breve
gemido de la orilla será menos dulce que mi llanto;Un rostro pálido grande se
asomará a la dunaY ese espejo, que ya no quieres, reflejará la faz calma de la
luna.

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