Desde siempre me atrajo esta ciudad, su lengua, su cine y cultura. Las primeras referencias que tuve fue allá por los ochenta, gracias a esa caja tonta, que a veces no es tan tonta y te hace regalos como conocer a uno de los cómicos más conocidos de esta tierra: Eugeni. Recuerdo, que me extraño su apariencia, con sus barbas, sus gafas negras, su postura, su tristeza y ese acento tan dulce, ese lenguaje desconocido para mí: Saben aquel que diu...
Más tarde, aparecieron otros personajes populares, mediante la música, esa música que no se escuchaba en casa y tampoco salía por la televisión, ese idioma que nadie de mi alrededor me sabía decir con claridad, qué era y de dónde. Después de Eugeni, apreció otra figura, un poco más Sureño, un Valenciano llamado Ovidi Montllor y su Fera Ferotge . Luego, me llegaron más y más personajes de los països catalans: María del Mar Bonet, Serrat, Josep Pla (Leí a los doce años una de sus novelas: El advenimiento de la República), Joan Miró, Tapiés, Pau Casals, Joan Maragall, Carmen Laforet, Rusiñol, Dalí, Albéniz, Granados, Fernando Sor, Margarita Xirgu, Rosa María Sarda, Toti Soler, Lluis Llach y Pascal Comelade, por nombrar a los que más me marcaron.
Mucho años después con un amigo -un buen amigo, de los pocos, Sebastián- imitabamos la famosa "ele" catalana, que tan bien suena. Descubrí en el Sur a Lorca, y me identifique con el tanto por su condición de Homosexual como por su fascinación por Catalunya, Barcelona, Dalí; me enseñó que no estaba sola.
Al poco tiempo, me cansé del Sur, aunque lo guardo dentro meu, pero no lograba identificarme con nada, ni con su Arte Religioso, cargado de tradiciones poco sanas y bastante derrochadoras, pomposas; ni con su Carnaval, tan masculino, sin presencia femenina; pero sí con su alegría. Total, que acabé en el corazón de españa, sí: españa profunda; castilla y león. Lo que no pensaba es que ese viaje casi de huída significaría tanto para mí, maduraría tanto en tan poco tiempo y ni se me pasaba por la cabeza que lograría salir del armario y establecer algún contacto con alguna jóvena. Salamanca, fue mi puente entre mi pasado, lo que no se puede elegir, y lo que elegí de pequeña, por esos sonidos y ese humor: Barcelona, catalunya.
Cuando vine la primera vez, en tren, -siempre viajo en tren ¿hay algo mejor?-, noté en mis pupilas los cambios geológicos en la tierra de estos sitios, es más roja, o de un marrón más oscuro. Me acercaba al Mediterráneo, y parecía que esa tierra tenía entre sus sustancias la humedad del Mediterráneo, su sal... Y así, fue mi primer contacto. Luego, no podía dejar de volver, y volver...realmente, me había enamorado, y no de una jóvena, de una ciudad. Siempre tuve claro que quería vivir aquí, pero tengo poca capacidad de decisión - y menos si me veo forzada o presionada-, y he tardado casi cinco año en volver, asentarme por aquí.
En esta vuelta tan deseada, tan esperada, me vine del Sur, como me fuí del Sur hacía años, hacía esa Castilla "la vieja": con una maleta, algunos pájaros en la cabeza y con la convicción de que aunque fuera duro, poc a poc, acabaría encontrando mi lugar, mi sitio, mi "laia"...
Y es cuando sin esperarlo, pasar por una plaza convulsa de personas que parecen intentar montarse los unos a los otros, y no, sólo intentaban construir con sus propios cuerpos, con la ayuda de todos: un castell. Sólo pude pensar, estar donde tienes que estar, donde quieres estar. Aquí casi no hay tradición taurina, no se veja de esa manera a esos animales, tampoco se levantan trozos de madera maquillada con oro. En este lugar, existe la imaginación, la unión y el trabajo en equipo, la osadía, la valentía y el equilibrio.
Para cerrar este primer capítulo de mi periplo cutrefacto por estos lares, dejo una breve descripción de la única tradición que me ha conquistado por completo, que es sana y que en poco tiempo, esta jóvena mezcla de anda-lusa, castellana y madrilata con cor catalá, se atreverá a intentar construir esas torres humanas denominadas Castellers.
