Pintura: Retrates de la Belle Epoquè





La exposición arranca con una serie de autorretratos de autores como Asta Norreaard, Giovanni Boldini, Eugène Carrière, John Singer Sargent y Sorolla, donde reafirman su propia imagen ante el mundo; seguido por unos retratos de la sociedad con los que los artistas conseguían grandes ingresos de dinero de la mano de los juegos de apariencia y las relaciones internas de las élites de la época.
En esa sala podemos ver imágenes de la aristócrata Cléo de Mérode, retratada tanto por Manuel Benedito como por Boldini, así como una pintura del Duque de Alba y otra del rey Alfonso XIII realizadas por Sorolla, una de Su Alteza Real la infanta Eulalia de Boldini, y otra que muestra la belleza de la condesa Mathieu de Noailles creada por Ignacio Zuloaga y Zabaleta.
Siguiendo el ejemplo de la gran novela naturalista de la época --con escritores como León Tolstói, Herny James, Marcel Proust y Fiódor Dostoyevski--, los pintores de la 'Belle Époque' intentaron hacer visible la complejidad de la naturaleza humana en sus obras y mostrar la personalidad de sus modelos.
"Los retratos que hacía Toulouse-Lautrec no gustaban a todo el mundo", ha asegurado el comisario Tomás Llorens, que ha reconocido que la servidumbre hacia los clientes era una cierta limitación para los artistas.
Precisamente, a Toulouse-Lautrec se le dedica una sala en exclusiva para analizar su estilo, caracterizado por un desarrollo de un lenguaje pictórico aparentemente sencillo, directo y espontáneo que, sin embargo, esconde una gran complejidad como se demuestra en obras como 'Retrato de François Gauzi', 'Gaston Bonnefoy', 'Chocolat bailando' y un retrato de Paul Sescau.


El interés por penetrar en la psicología del retratado se concreta en el estilo simbolista, cuyos seguidores buscan la inspiración en mundos llenos de fantasía, en la exaltación sentimental y las asociaciones oníricas.



Hermen Anglada-Camarasa, por ejemplo, dibuja a una mujer fantasmagórica, con el pecho descubierto y de tonos verdosos, en su obra 'La sibila', mientras que Munch se sumerge en el mundo de los sueños para pintar 'El francés. Marcel Archinaud'.
La exposición concluye con la sala de 'La crisis', una visita a obras de Egon Schiele, Mikhail Aleksandrovic Vrubel, Oskar Kokoschke y Max Oppenheiner, que demuestran que tras la 'Belle Époque' empezaron unos años marcados por la guerra, la amargura y el desánimo, que desembocó en el estilo expresionista, que planteaba la distorsión emocional, y la reivindicación de lo irracional y de la libertad del artista.
Pese a que el término 'Belle Époque' no es muy académico, los comisarios, Tomás Llorens y Boye Llorens, han decidido mantener el término para "romper tópicos y evitar simplificaciones" en la época convulsa comprendida entre 1880 y la Primera Guerra Mundial, según han explicado en rueda de prensa.


Tomás Llorens, ha asegurado que este periodo sufre el "trauma de la memoria" porque en muchas ocasiones se ha simplificado y caricaturizado, mientras que Boye Llorens ha añadido que el retrato es el estilo más emblemático del periodo porque sirve para analizar la evolución del artista moderno, caracterizado por una búsqueda de la autonomía y una voluntad de mostrarse de forma autónoma ante la sociedad.
La muestra está coorganizada por el Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana y la Obra Social La Caixa, y podrá verse en Barcelona hasta el 9 de octubre, después de haber sido expuesta en el Centro del Carmen de Valencia.





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